En primer lugar, el gas natural es un recurso abundante que es condición básica. La relación reservas/producción de reservas probadas convencionales está en orden de 60 a 70 años. Si añadimos las que se están incorporando competitivamente merced al gas no convencional, muchos estiman que hay para más de 250 años.

Segundo, la distribución de reservas de gas no está tan concentrada como la del petróleo y está más bien dispersa, lo que disminuye las tensiones geopolíticas a nivel mundial.

Tercero, para los que están demasiado preocupados por el calentamiento global, el gas natural es más limpio, porque produce menos óxido de nitrógeno que el carbón y más del 50 por ciento menos de CO2. Tampoco produce azufre ni residuos sólidos y en el transporte, los vehículos pueden mejorar la calidad del aire y la eficiencia energética.

Cuarto, el gas natural es accesible. Las plantas modernas cuestan 50 por ciento menos que una de carbón, 77 por ciento menos que una nuclear y 80 por ciento menos que una eólica. Recordemos que las tecnologías renovables están fuertemente subvencionadas y el uso del gas natural permite a los países reducir sus emisiones de forma inmediata. En cuanto al precio, viene desacoplado del petróleo desde hace un par de años. En resumen la competitividad del gas frente al petróleo, el carbón y otras fuentes es palpable realidad.

Quinto, el gas natural es eficiente debido a que las plantas de generación eléctrica a gas modernas son 40 por ciento más eficientes que las plantas de carbón, con ciclos combinados que obtienen factores de eficiencia de hasta 65 por ciento. Las plantas de gas requieren de mucho menor tiempo de construcción que las plantas nucleares o de carbón y pueden ser arrancadas muy rápidamente, haciendo de ellas un respaldo ideal para la hídrica y las intermitentes eólica y solar.

Sexto, el gas natural es seguro debido a que su producción mundial se incrementará en los próximos 20 años. El sector de gas natural además tiene un altísimo record de seguridad en la industria.